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jueves, 22 de octubre de 2015

Game Over.

Lo recuerdo.
Recuerdo cada detalle como si hubiera sido ayer.
Rememoro todos esos sentimientos encontrados a cada instante de mi vida.
Y sé que tú también lo evocas a menudo. Lo sé porque evitar mi mirada me explica que te es imposible no acordarte de todo lo que pasó aquella noche de septiembre al fijarte de nuevo en mí.

Te recuerdo a ti, devorándome con tus ojos; suspirando al aire mientras contemplabas el contoneo de mi cuerpo frente a ti. Yo sonreía jocosamente. Ya lo había hecho alguna otra vez. Me gustaba ver cómo impedías a tu miembro erguirse y seguir con su único objetivo. Me divertía comprobar lo mucho que te gustaba y lo poco que eras capaz de disimular. Pero debías detenerte, de lo contrario... ya no sería tan solo un juego de amigos.

De vez en cuando mis ojos osaban mirarte para cerciorarme de que seguías ahí y en ese momento el tiempo se detenía. Te levantabas y me susurrabas "para ya", a lo que yo, cabizbaja, volvía a sentarme y seguía con una conversación común. Pero esa vez no paré. No. Quería volverte loco, tan loco que jamás volvieras a estar en tus cabales. Sonreí maliciosa y te arrinconé entre la fría pared y mi cuerpo cálido. Quedaste atónito y eso me excitaba más. "Es solo un juego cariño". Un juego que acabé perdiendo.

Seguía llevando el control y pensé que sería así hasta el final pero entonces te abalanzaste sobre mí cual fiera que se apodera de su presa. Palpé tus manos apretando con rabia mi trasero, mis piernas rodeaban tus caderas y tus labios dejaban constancia de tu deseo sobre todo mi cuerpo. Habías perdido los hervores y yo solo sentía una llama intensa que se apoderaba de toda la voluntad que emanaba cada vez que tú y yo "jugábamos".

Colocaste mis manos contra la pared besándome con furia; como si morder mis labios te libraran de todo el calor que sentía tu cuerpo todas aquellas veces que decidía contactar nuestras figuras. Impedías que los poros de mi piel quedaran secos. Deseabas llegar a todo a la vez, al igual que yo deseaba con tanta fuerza ser tuya que necesitaba romper cada trozo de tela que se interponía entre nuestro tacto.

Rápidamente el suelo de mi habitación quedó cubierto por esa camisa que yo ansiaba arañar y por ese conjunto tan apetitoso que con la clara intención de provocarte sudores intensos yo elegí ponerme. Mis uñas se clavaron en tu espalda y noté como un líquido rojo fluía por tu piel. Emitiste un pequeño quejido pero no dolía pues el deseo de acabar con ese maldito juego que iniciamos hace tanto tiempo era demasiado grande.

Nuestros cuerpos desnudos se abrazaban y entonces descubrí que eran piezas que encajaban completamente. Dios, me volvías loca. Y ahí pasó. Llegamos al séptimo cielo estando en la tierra. Me amaste. Te amé. Nos amamos... nos amamos de una manera no muy amigable, de una que sufre desea y padece, de una que siente y que ansia salir toda su vida. Sí. Me encantó poder unirme a ti de una forma que nunca sentirás con otra; porque nuestro cuerpo está hecho para encajar el uno con el otro.

Lo recuerdo.
Recuerdo todo lo acometido en la cama que soporta mis deseos de que vuelvas a ella.
Recuerdo como disfrutaste y como poco después de acabar huimos el uno del otro con la cara llena de culpabilidad y con un icono de Game Over. El juego ya había terminado y yo deseaba volver a empezar, al igual que tú, pero esa será algo que hasta dentro de mucho no admitiríamos...


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