Translate

miércoles, 20 de enero de 2016

La tradición.

Hola de nuevo.
Hacía mucho tiempo desde la última vez. Demasiado, aunque en el fondo sigue todo igual ¿o no?

Te miro a lo lejos, sentada, con el viento azotando mi cara y mi mano congelada sosteniendo uno de los muchos cigarros con los que pensaba quemar todo.
Caminas como siempre; erguido, con la cabeza levantada pero la mirada perdida entre el vacío del camino. Te giras y de repente paras en seco.

Sí, soy yo. Vuelvo a ser yo, como siempre. 


Me tumbo en el suelo, como solíamos hacer antes. Cierro los ojos y dejo que el viento me lleve con él. Pero es inútil, algo más que la simple física de los cuerpos me retiene aquí. 
Te vuelvo a mirar y compruebo que no has cambiado tu posición. Las horas pasan y ahí sigues.
¿Desde cuándo eres tú de esos que se quedan a mi lado?

Te sostengo la mirada por pura compasión, por hacer un poco de honor al cariño y los buenos momentos de antaño. Pero te odio demasiado. Mi amor apenas existe. Solo queda rencor.
Pero respiro e inspiro. Miro hacia otro lado y sigo con mi cometido de siempre; evitar tu mirada cada vez que pasas por este camino.

Sigues de pie. No te cansas. Raro en ti, pues rápidamente te agoté. Me mentiste, para variar.
Las canciones suenan una detrás de otra. Me acompañan en este largo letargo que caracteriza cada momento que nos volvemos a ver. ¡Cómo cambian las cosas! Ahora soy yo la que te ha remplazado.

Decido mirarte de reojo para cerciorarme de que sigues ahí. Tus pies están quietos, como si fueran una piedra, como si quisieran atribuirse el adjetivo que caracteriza ahora a mi corazón.

Te acercas unos pasos, pero no mucho. Todavía me recuerdas. Todavía sientes lástima por todos los momentos que se quebraron aquella tarde. Todavía te sigo importando... pero a mi todo me da igual ya. Apenas rememoro todo lo que nos unía, ya me encargué de acabar con aquello que me martirizaba.

Te miro fulminantemente. Sigue dándote miedo el poder de expresar todo con mis ojos. A mi hace tiempo que me dejó de importar. No sabes qué hacer, tus pies apuntan en varias direcciones y ninguna soy yo. Pero te vas, te vuelves a ir, como siempre.

Y así pasan los días, de lunes a domingo.

Nos encontramos "casualmente", nos miramos no de la misma manera, perdemos el tiempo intentando decidir si esta vez podremos solucionarlo y al final todo vuelve a su cauce. 

Y así pasan los días, desde el inicio hasta el final. Pero... ¿es esto un final? ¿Te volveré a ver mañana a la misma hora?
No hay nadie que me lo verifique, tan solo esa tradición que comparto contigo de quedar en ese mismo lugar a la misma hora dónde todo acabó y que ni siquiera nos digamos de vernos. Tal solo me lo confirma la remota idea de que la tradición siga imperando entre nosotros, aunque seguramente sigan primando las mismas cosas que hicieron que nos separáramos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario